jueves, 12 de mayo de 2011

Semana 10: A vueltas con la ley Sinde


La ley Sinde pretende 'poner orden', especialmente, en la cuestión de las descargas en internet. Aunque ya ha entrado en vigor, no estará operativa hasta el verano. A partir de entonces se permitirá cerrar sitios web que incumplan esta ley con la novedad de dar un salto jurídico y que sea una comisión ajena a la justicia la que dictamine.

La argumentación de los defensore de la ley Sinde les dirige siempre hacia el marco de la industria cultural. Esta estructura protege los intereses de los creadores como un grupo vulnerable y, además, ofrece  y nos hace llegar al público las mejores propuestas posibles.  De esta manera, en un mercado supuestamente libre, los consumidores votamos por los mejores contenidos cada vez que compramos, vamos al cine, escuchamos una canción... y cada una de esas satisfacciones como usuarios debe ser compensada en forma de dividendos para los creadores.

[Algunos defensores: Ministerio de Cultura, SGAE, CEDRO]

Por su parte, en el otro lado de la orilla se cree que, en primer lugar la ley Sinde coarta la libertad de la red y, por lo tanto, la filosofía con la que fue creada. La promoción de la red, en países como España,
El caso más paragidmático de la música, la capacidad de enlatar y reproducir canciones no puede ser penalizado por un cobro por cada acto de reproducción. En el mercado se está produciendo un cambio hacia la música en vivo, se redistribuye una situación que anteriormente privilegiaba sobremanera a las discográficas.
El cambio de modelo ya se viene dando desde hace años y propuestas como la ley Sinde mantienen los privlegios de algunos sobre la posibilidad de nuevas formas de creación ajenas a los centros de poder.

[Algunos detractores: hacktivistas.net, Álex de la Iglesia]

Queda claro que la diferencia entre defensores y rebeldes a la ley se organiza a través de instancias de poder desiguales. Otro síntoma de mantenimiento del status quo por parte de los defensores de la Ley.

Creo que los argumentos defensores de la ley se fundamentan, en primer lugar, en la falacia de que -únicamente- el consumidor es quien elige de un amplio abanico de propuestas. Subyace una idea neoliberal que poco se ajusta a la realidad oligopolística de, por ejemplo, las discográficas.
Por otro lado, el dictamen de qué es aquello que se puede distribuir o no en términos culturales, resulta poco democrático cuando poseemos una herramienta como internet. Concluyo, pues, que la facilidad de creación que está permitiendo la red y la potencialidad que muestra son un beneficio social incalculable e idealmente inquebrantable. Si internet va a estructurar la economía, su forma va a determinar bastante si nos dirigimos hacia la acumulación para unos pocos o hacia la distribución para muchos. En cualquier caso se penaliza una nueva forma de trabajo y de aportación a la sociedad. Tal como explica Himanen en ‘La ética hacker’, una nueva manera de estar-en-el-mundo en la esfera laboral que está en los albores cambios muy interesantes.
Creo que está en juego un futuro en el que la creatividad, la cooperación y la distribución del conocimiento se sumen a la creación de un mundo -desde esta parte de la sociedad que es la cultura- un poco más justo.